Etxegiña -Herederos del Silencio

Transformando nuestra herencia en canciones.

Hace más de tres semanas vio la luz Herederos del silencio, el nuevo EP de Etxegiña. En Ateneo Oculto no nos obsesionamos con las publicaciones de última hora, ni con el cumplimiento de fechas señaladas. Este trabajo, además, es de esos que sabes de antemano llegarán a lugares muy profundos. Necesitábamos el reposo, la reflexión y el tiempo necesario para plasmar todas las emociones que iba a provocarnos.

La guerra civil continúa siendo un tema parcialmente vetado en la conciencia común de España. Se ha avanzado mucho, es cierto. Se está comenzando, muy tímidamente, un proceso que ha concluir irremediablemente en la eterna condena y la reparación de las víctimas de uno de los regímenes más sanguinarios de la historia reciente.

Una de las semillas del nacimiento de Etxegiña es el soberbio documental El Silencio de los Otros, de Almudena Carracedo y Robert Bahar. Su clarividencia y la dureza de los testimonios que muestra lo convierten en un imprescindible del legado audiovisual  de la memoria histórica.

Campo de concentración de Albatera. Fotografía de Luis Vidal. Biblioteca Digital Hispánica.

Si éste es el germen de la banda, el hilo conductor de Herederos de Silencio es la vida y obra de Eduardo de Guzmán. El escritor y periodista anarcosindicalista, fue relator de los horrores de la guerra y víctima de la violencia fascista. Tras el estallido de la guerra fue enviado a los campos de concentración de Los Almendros y Albatera, para acabar preso en la Cárcel de Yeserías, en Madrid. Fue condenado a muerte, aunque pena fue conmutada y estuvo preso durante dos años. Sufrió torturas y fue inhabilitado de por vida para ejercer la profesión periodística. A partir de ese momento, sobrevivió realizando traducciones y escribiendo novelas policíacas y del oeste bajo diferentes seudónimos hasta retomar su profesión tras la dictadura. Entre sus obras más notables, se encuentra la trilogía autobiográfica compuesta por La Muerte de la Esperanza (1973), El Año de la Victoria (1974) y Nosotros los Asesinos (1975).

Guernikako arbola. 1891.

Se puede ver en el último título un claro paralelismo con el primer single de la banda, “Nosotros los Etxegiña”. Publicado a finales de 2019 y previamente reseñado en Ateneo Oculto, se recupera ahora como primera pista del EP. Un manifiesto de orgullo familiar y un himno de resistencia antifranquista, que representa también a todas las familias que fueron represaliadas durante y después del conflicto. Es fácil sentir como propias la rabia y la indignación que transmite sus palabras en la voz rasgada y agónica de Losada.

El Roble que Brota Indemne” hace referencia a un árbol situado en Guernica, que representa la identidad vizcaína y vasca. Este roble, o mejor dicho, este linaje de robles, en el que un “retoño” sustituye a su antecesor cuando este muere, es un símbolo importante desde hace siglos. El “Árbol Padre” se estima que nació en 1334 y vivió durante más de 500 años. Tras la toma de la ciudad, corrió el rumor de que varios falangistas se disponían a cortarlo, pero un escuadrón de requetés lo protegió. Esta canción representa al roble como testigo del bombardeo y el sanguinario carácter del bando sublevado, al tiempo que se erige como una muestra viva de la memoria del conflicto.

Cuartel de La Montaña. Abril de 1939.

El testimonio de De Guzmán sirve para enmarcar “La Montaña”, que narra el asedio del Cuartel de la Montaña, (situado en la Montaña del Príncipe Pío, donde actualmente se encuentra el Templo de Debod), donde el general Fanjul inició la sublevación en Madrid, atrincherándose entre sus muros. El cuartel fue prácticamente derruido en la lucha contra los rebeldes. La mayoría de ellos pereció en la confrontación y el propio Fanjul fue juzgado y fusilado por su traición.

Finalmente, “Los Cadáveres Insepultos de Albatera” nos narra la cruel realidad de los campos de concentración franquista, del que el propio De Guzmán fue víctima y cuya narración de aquel lugar es su mayor fuente de inspiración. El campo de Albatera fue uno de los más duros que existieron en España. Tomando su nombre de la ciudad valenciana que lo albergó, se construyó sobre un campo de trabajo republicano. Aunque estaba diseñado para albergar unas 1000 personas, entre sus muros llegó a haber entre 13 y 30.000 personas. Varios dirigentes nazis, entre ellos Rudolf Hess, visitaron sus instalaciones y, muy probablemente, sirvieron de inspiración para los campos de concentración nazis. Las condiciones que sufrían los presos eran tan salvajes que en 1939 tuvo que ser clausurado, ante los problemas sanitarios que presentaba, entre ellos epidemias de tifus y tuberculosis fuera de control.

Una carga lírica y temática tan profunda no puede permitirse una dulcificación estilística demasiado pronunciada. Afortunadamente, Etxegiña sabe exactamente cómo debe sonar un relato tan terrorífico. La crudeza en la producción no significa una ausencia de melodía, pero ésta se pone al servicio de las emociones, creando una atmósfera plomiza y lúgubre en la que podemos sentir vívidamente la desesperanza y el terror. La voz de Losada merece también especial mención, mostrando una gran capacidad de transmitir rabia y dolor, quebrándose a menudo en un grito que surge de la conciencia antes que de la garganta.

Herederos del Silencio contiene la potencia y rabia inherente al black metal, pero enfocada hacia la noble e imprescindible tarea de grabar, a fuego en la historia, la eterna repulsa al franquismo manteniendo viva la memoria de sus víctimas. Si has de elegir un solo álbum al que dedicarle tu tiempo, éste debe estar en los candidatos sin lugar a dudas. Lo tiene todo. Emoción, verdad, honestidad y una dosis masiva de metal rojo y negro.

 

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