Gaerea – Mirage
Diferenciación y Catarsis. Éstas son las dos cualidades que definen más claramente el sonido de Gaerea. Comparten características con otras bandas de la ola de black metal moderno, como el sonido más denso que gélido, las voces menos adscritas al canon del shriek clásico y estructuras complejas. No obstante, ha sabido construir una identidad musical reconocible que, además, tiene un gran poder de transmitir emociones.
Nacidos ya bajo el auspicio místico de algún poderoso astro, los portugueses debutaban en 2018 con un álbum ambicioso y extenso. Sus elegantes melodías, la doliente expresividad de su vocalista y la querencia por explorar diferentes formas de encarar la ejecución del estilo, dieron a luz un segundo álbum más laberíntico y temas más largos.
Tenía la impresión de que su tercer trabajo continuaría dicha senda, enmarañándose y acercándose al avant-garde. Mirage, en cambio, representa una evolución por la vía central. Con una longitud de pista media menor que Limbo, mantiene su textura densa y la visceral emocionalidad.
Aunque mantiene pasajes rápidos y violentos, la descarnada desnudez interior no proviene, sin embargo, de la ira feral y la velocidad incontrolada. De alguna manera, su agresividad es más delicada y sutil. Sin dejar a un lado su viscosa naturaleza, no dudan en utilizar algunos recursos propios del post black metal y el atmospheric black metal, cubriendo así una gran parte de la geografía del género.
La voz continúa siendo un fuerte anclaje que soporta buena parte de la estructura sonora. A medio camino entre el shriek y el gutural, emite una frecuencia realmente abrumadora en el que se advierte en cada inflexión el sufrimiento y la desesperación. Se apoya con firmeza en una producción densa, que comprime los instrumentos entre sí hasta lograr una mezcla compacta e impenetrable.
La mezcla de todos estos elementos reproduce un patrón emocional e impredecible que te abraza, transportándote hacia un lugar extraño y reconfortantemente desolado. Tras la música de Gaerea yace una tristeza ineludible. Los riffs arrastran una melancolía palpable, aunque no tan evidente como en el depressive black metal o el funeral doom metal. Se hace presente, en cambio, de forma sutil, ejerciendo una silenciosa influencia sobre el oyente, instalándose en el abismo interior que, en mayor o menor medida, todos reconocemos y en el que yace la soledad existencial. Un lugar yermo y confuso que ofrece esa extraña seguridad que sentimos al abrazar nuestra propia oscuridad.