1917 – Omnicrisis
La pasión por bandera
La escena del metal extremo internacional más conocida está copada por bandas provenientes, de manera mayoritaria, de países del hemisferio norte. Ésta endogamia atávica no deja de ser trágica por más que estemos acostumbrada a ella. Principalmente debido a una suerte de colonialismo cultural que ignora prácticamente todo arte creado en otros continentes. Pero también es una suerte de amputación artística que impide, a aquellos que amamos la música, conocer a bandas con una trayectoria intachable y una música con mucho que aportar.
Este es el caso de 1917, banda argentina de death metal fundada nada menos que en 1994. Con 9 discos de larga duración, varias demos, splits, singles, recopilaciones e incluso un disco tributo a su trayectoria, nunca ha recibido la atención merecida a este lado del océano.
Su alma mater es Alejandro Sabansky, que bautizó el proyecto tras encontrar una lápida en la que aparecía esta fecha, cuya naturaleza le impactó lo suficiente como para utilizarla en el nombre de su banda. A Sabansky se unió en 2015 su compañero en Ammentia Mario Mansilla, a cargo del bajo. Juntos han presentado Omnicrisis, décimo álbum de la banda, que llega para ratificar su título de leyenda en el panorama sudamericano.
“Gestas decrépitas” abre el telón rasgándolo en un envite inicial enérgico y violento. Desde el primer instante nos envuelve una evocación noventera que resulta en algo más que un ejercicio de nostalgia. Se hace más que evidente la herencia enraizada en el propio nacimiento de la banda, en plena época dorada del death, pero también tiene surcos que han ido marcando la identidad del proyecto. En ellos se han ido depositando influencias estilísticas que dejan entrever el paso del tiempo, la maduración y la evolución en su manera de proyectar la música. Muestra una querencia melódica en la onda de los primeros Katatonia o Arch Enemy, pero con una intención más infecta al estilo de Death o Masacre. Con todo, 1917 utiliza sus referencias de manera constructiva, elevando sobre ellas un sonido que es capaz de sonar moderno dentro de su clasicismo.
Con ciertas reminiscencias traídas del thrash metal más oscuro y algunos pasajes con la contundencia híbrida del blackened death, cincela una identidad propia que se desmarca de la corriente replicante que suele acompañar a las bandas que homenajean la escuela del death de los años noventa.
1917 no lo apuesta todo a la consecución de un ritmo vertiginoso. Cuando tiene que hacer trizas el contador de revoluciones lo hace sin miramientos, pero las estructuras de sus canciones juegan con distintas cadencias. Contar con tan sólo pista superando los 6 minutos de duración, no es impedimento para que el desarrollo de las mismas se tome su tiempo hasta llegar al clímax, detenga la vorágine con pasajes más pausados o desarrolle ritmos menos veloces para centrarse en la atmósfera. Esta multitarea compositiva de Sabansky está acompañada por el bajo de Mansilla, cuya presencia se justifica con creces. Su sonido es contundente y muy audible, resonando cual látigo como pocas veces disfrutaremos en un disco de death metal.
Más allá de lo puramente instrumental, el cuidado con que se trata el apartado lírico, en castellano todas sus pistas excepto una, es una cualidad muy importante a la hora de disfrutar la experiencia que ofrece Omnicrisis. Tanto en el fondo como en la forma, se aprecia una cierta orfebrería tras la composición. Su buen nivel estilístico es algo que se agradece, especialmente en un género que no suele apostar por cuidar este aspecto.
“Un grosero carnaval
por las calles del dolor;
cada muerto tiene un Dios,
cada fiera un disfraz.
Gestas decrépitas,
rancias e histéricas”.
Otro de las virtudes con las que se desmarca de los clichés del género es la voz de Sabansky. Con unos guturales que no buscan unos tonos demasiado graves, tienen algo de shriek. Muy rasgado en lo técnico, pero sorprendentemente límpido en la vocalización. Excepto aquellos pasajes donde torna en un gutural cavernoso más clásico, se puede comprender con mucha claridad el contenido de las letras, algo que amplifica y mejora esta travesía sonora.
Todos estos elementos están engarzados por medio de una producción excelente, que guarda una sensación muy orgánica sin dejar de tener la calidad de una grabación moderna. Muchos de los grandes sellos internacionales tienden a una excesiva artificialidad, olvidando que una buena producción no es aquella que es perfecta, sino la que ayuda a transmitir lo que la banda desea expresar, dejando a cada elemento su espacio al llegar al oído.
Resulta muy satisfactorio encontrar proyectos que tras un cuarto de siglo de existencia, siguen conservando la inspiración y la pasión para seguir logrando un sonido fresco e interesante. 1917 rezuma experiencia, pero muestra un clasicismo que no se ha acomodado, amoldándose al paso de los tiempos y sabiendo recoger nuevas influencias a lo largo del camino.
Es por ello que Omnicrisis es una obra clásica y moderna, sin buscar una revolución estilística, pero sabiendo aportar alicientes que mantengan el interés del oyente. Desde Ateneo Oculto nos declaramos adheridos a su pútrido estilismo, prometiendo seguir muy de cerca todo decadente ruido que el futuro plasme en sus partituras.