Duma – Duma
Grindcore electrónico deconstruido
África es probablemente una de las escenas más prometedoras dentro del metal extremo. Salvo la prolífica escena sudafricana (mayoritariamente blanca), están desarrollándose diferentes escenarios aún por explotar a lo largo y ancho de toda su geografía. En el norte africano países como Argelia o Túnez tienen florecientes núcleos musicales, junto a otros como Botsuana o Kenia.
Centrado en Nairobi, el metal keniano está formado por nombres como Nelecc (one man band, ahora afincado en Estados Unidos), In Oath o hace un tiempo Absence of light, que forman los inicios de un movimiento que con toda seguridad crecerá en un futuro próximo. Paralelamente existe una corriente de música electrónica, muy experimental, variada y sorprendente. De la fusión de ambas ha surgido un híbrido extraño y genuino.
Sus integrantes son Martín Khanja y Sam Karugu. El primero es una figura importante en la escena del metal nacional, perteneciendo a las bandas The seeds of datura y Lust of a dying breed y Last year’s tragedy. Sam Karugu, por su parte es un guitarrista y productor de prestigio. El resultado de su colaboración se llama Duma (“oscuridad” en kikuyu), un mecanismo irradiador de caos sonoro difícil de clasificar, pero fácil de identificar.
A pesar de la extravagancia absoluta, la abstracción constante y la descontextualización extrema a la que se somete a la dualidad metal-electrónica, el álbum mantiene una coherencia sin la que habría resultado inaudible. El drone y el noise son elementos omnipresentes, responsables de varias capas de sonido que envuelven cada pista, dotando de un cuerpo central muy abstracto, rozando en ocasiones el surrealismo.
En cierta manera podría tratarse de un disco de metal, cuyas melodías y ritmos de bajo y guitarras han sido sustituidos por toda clase de artificios electrónicos en forma de sonidos inclasificables. No obstante este recurso sí tiene unas texturas muy claras, que desde una matriz cercana al ruido blanco se distorsiona en multitud de direcciones, manteniendo una suerte de ritmo o cadencia musical que acompaña a la voz y la percusión.
Esta última, surgida de una endemoniada caja de ritmos, adopta diversas formas, pero siempre con un carácter machacón y repetitivo. Más allá de la voz, es el elemento que aporta a la mezcla un carácter reconocible en el metal extremo. Sin ella probablemente estaríamos ante un disco considerado como ambient o drone.
El otro aspecto extremo, la voz, juega a un alto nivel. Oscilando entre el shriek y el gutural, se acompaña de efectos como la distorsión o la reverberación que, gracias a su potencia, no resta un ápice de organicidad dentro de su contexto electrónico.
Muchos fragmentos de drone, noise o ambient, estilos llegan a ser predominantes en temas com “Pembe 666” o “The echoes of the beyond”, aunque lo cierto es que “Angels and abysses”, “Lionsblood’, “Uganda with Sam” o “Sin nature” muestran un espíritu orgánico cercano al grindcore.
Y es esta organicidad dentro de lo artificial, la que hace de Duma una obra única, que logra ser digital conservando la personalidad analógica del metal extremo clásico. No me refiero estrictamente a cómo suena, sino más bien a la sensación que produce. No parece fruto de un compositor frente a un ordenador, sino a la de un grupo de desquiciados aporreando toda clase de objetos para lograr una serie de sonidos a cada cuál más extravagante y oscuro.
Esta subversión que desgarra y deforma una sonoridad familiar en una suerte de electro grindcore deconstruido, puede ser difícil de gestionar para muchos oídos. Aquellos que superen la barrera de su zona de confort musical, disfrutarán de una experiencia intensa, única y salvaje.