Violet cold – Noir kid

El gusto agridulce de una transición

Violet Cold, proyecto fundado por el azerbaiyano Emin Guliyev, se ha convertido uno de más versátiles de la última década. Su único miembro, compositor y multinstrumentista  ha sido capaz de combinar géneros tan dispares como el blackgaze, post black, jazz, drum’n’bass, post rock, noise, ambient o house con una naturalidad u coherencia pocas veces alcanzada.

La herencia musical que nutre sus raíces es tan amplia y variada, que sólo hay que echar la vista a sus primeros años tras su fundación para comenzar a entender la compleja urdimbre de sonidos.

Los tres primeros EP eran puramente ambientales e instrumentales, con elementos electrónicos en el caso de los dos primeros, llegando al post rock en el último. Fue con su primer larga duración, Desperate dreams, cuando comenzó a tomar la forma que hoy conocemos. En un primer momento desarrollando un post black metal en el que ya se advertía una mirada amplia y la intención de forzar los límites del género. Los años posteriores llegaron cargados de buenas obras. Interesantes algunas, como Neuronaut o la trilogía Sommermorgen, excepcionales otros como Anomie o KOsmik.

Noir Kid llega precedido de las que probablemente sean sus dos mejores obras, de manera que el listón se antojaba difícilmente superable. La canción homónima que abre el disco comienza de manera muy familiar, con un post black metal salpicado de otros géneros que sólo en su parte central nos muestra un fragmento electrónico muy discotequero que supone cierra novedad.

Este primer tema funciona casi como una presentación a modo de adaptación, una introducción en la que se comienza a adaptar el oído a los nuevos cambios.

A partir de este momento disfrutamos de una experiencia 100% Violet Cold. Fragmentos potentes, guturales ahogados en la distancia, una voz femenina muy pop y unos coros que evocan folclore del medio oriente. La primera gran sorpresa llega con Synergy, en la que hace aparición una voz distorsionada hasta alcanzar un tono agudo que recuerda inevitablemente a Alvin y las ardillas.

Es evidente que esta comparación no favorece a la música y, si bien el oído acaba por adaptarse a esta sonoridad con el paso de los minutos, lo cierto es que no llega a funcionar como debiera. En términos generales los teclados y sintetizadores más electrónicos ejercen cierto contraste con la música tan delicada y pulida a la que Violet cold nos tiene acostumbrados. Aparentan, por decirlo de alguna manera, un sonido más basto, que no se compadece con el resto de elementos. Esta disonancia puede ser un handicap para los oídos más exigentes y probablemente sitúa a este trabajo un peldaño por debajo de los anteriores.

Dicho esto, Kid Noir no es un álbum que debamos pasar por alto a la ligera. Contiene casi todos los ingredientes que nos han hecho vibrar en el pasado y, en muchos aspectos, continúa siendo una obra más que apreciable que sufre el peso de compararse con el gran nivel de su propio legado.

El inconformismo compositivo inquieto de Guliyev le ha llevado a proponer otra receta para evitar repetirse. Quizá se advierte un cierto carácter transicional que puede ser el camino hacia más y mejores discos, algo que debemos tener en cuenta para poder disfrutar, pese a todo, de las grandes virtudes que muestra.

 

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