The knick
El heredero del Dr Christiansen
Volvemos al Knickerbocker por puro vicio, solo por recordar lo que produce asistir a un evento único y como tal, de una efímera belleza.
Como el que se impone un cilicio o se golpea con flagelos, nos obligamos a pasar por este trago de 20 horas. Y ha servido para confirmar nuestro idilio con esta ficción.
Las dos temporadas que resultaron de este grotesco experimento televisivo dieron para mucho. Tan cercana a lo bizarro pero a su vez de una delicadeza adictiva, The knick fue un bocado exquisito que quizá no todos pudimos disfrutar.
El piloto de esta serie no deja indiferente, no es posible pasar de puntillas por encima de todo lo que propone. Una operación perfectamente reproducida con litros de sangre aspirada, consumo de drogas como jamás se había filmado o un retrato atroz de una sociedad pudiente son los puntales de esta historia repleta de clichés pero que reproduce la época de manera brillante.
Steven Soderbergh se pasaba a la televisión ante las críticas de sus seguidores y ante la estupefacción de una industria que empezaba a colapsar sin que fuésemos conscientes.
Perdimos la pista de este director que nunca se quedó en su zona de confort y esta serie autoconclusiva es un ejemplo más. No hay nada parecido en su carrera audiovisual y su compromiso con el producto le llevó a dirigir todos y cada uno de los capítulos, esto no es muy normal.
Porque no nos encontramos ante un contenido normal. Es probable que sea lo más gráfico que se ha emitido en televisión, por mucho que sea de pago, y es que cada capítulo se convertía en un catálogo de las prácticas médicas más abyectas.
En su momento, principios del siglo veinte en Nueva York, los hospitales eran palacios solo al alcance de los más pudientes y eran esas familias ricas las que sustentaban los egos de los cirujanos. Retratados en esta obra como tipos absolutamente brillantes, clasistas y racistas y con muy pocos escrúpulos, los médicos están extraordinariamente interpretados.
Y vamos con el protagonista porque es uno de esos personajes que costará olvidar. Clive Owen en estado de gracia, nunca había sido muy amigo de la televisión, pero dejó para ella uno de sus trabajos memorables. Cirujano jefe tras el brutal deceso de su mentor, adicto a la cocaína, se muestra lleno de dobleces; no es alguien cariñoso ni de actitud intachable pero como médico es imparable. Espoleado por la ciencia y las drogas, el Dr Thackery se sumerge en procesos explícitos y siempre innovadores para su época. De este modo, el contenido nos arrastra a un minucioso repaso de dolencias y rocambolescas soluciones que los matasanos hace mucho ya no practican.
Cómo se encargaban de los estragos de la sífilis o se enfrentaban a una cesárea son solo ejemplos de lo que nos espera en el Knick.
Algo que desde el principio nos encandiló de esta serie es que sus personajes no son precisamente perfectos. De distintos estratos sociales y muy diferenciados por la labor que desempeñan, son volubles, fríos o incluso malos. La época determina sus acciones pero nunca encontraremos en ellos un manual de conducta, esto hace que sean deliciosos y terriblemente humanos.
El modo en el que está grabada imprime velocidad y una inmediatez que no corresponde con el momento histórico que representa. El diseño artístico y el atrezzo es un ejemplo más de lo moderno de su planteamiento. Y es la banda sonora que construyó Cliff Martínez la que consigue, a pesar de su ambientación, devolvernos de un bofetón a la actualidad.
Martínez, baterista de Red Hot Chili Peppers del 84 al 86, consigue transmitir con themes pulsantes y de cadencia ascendente, el ritmo de vida que destila el hospital y sobre todo, los endiablados ritmos de trabajo de nuestros cirujanos.
No queremos terminar sin recordar que estamos ante una serie de televisión y eso hace que sus tempos se extiendan, que el uso de ganchos estén muy presentes y que incluso nos encontraremos con líneas argumentales más favorecidas que otras.
No han sido pocos productos televisivos los que han utilizado la medicina y sus gentes como reclamo, el éxito de Urgencias o House avalan que este contenido gusta mucho al espectador.
Ahora bien, esto es otra división, sería difícil colocar a nuestro paciente en este largo etcétera.
Incómoda, dramática y muy visceral The knick es de esas rarezas imprescindibles que creemos forma parte de lo que es Ateneo Ocvlto y la clase de contenido que por aquí consumimos.