King Woman – Celestial Blues

El bálsamo de la introspección

La orientación artística y conceptual de King Woman está definitivamente marcada por la personalidad de su vocalista Kris Esfandiari. Su teatral presencia imprime una cualidad plástica muy definida y gran parte del contenido lírico, que no teme abordar temas muy personales, es una liberación catártica que tiene que ver con el hecho haber crecido en una familia profundamente cristiana.

El EP debut de la banda, Doubt, se orientaba desde una visión agria y furiosa de este pasado, más centrada en la declamación oscura que en la introspección. Con Created in the Image of Suffering, la rabia no desaparecía del todo, pero comenzaba a dejar paso a una actitud más exploratoria, curiosa ante el desafío de deshilachar su propia urdimbre interior. Ambos trabajos fueron acogidos con buenas críticas aunque, acorde con sus declaraciones, la “patrulla misógina” siempre ha tenido espacio en su vertedero mental dedicado a la banda. Tras cuatro años de su primer larga duración, se había creado una notable expectación ante un nuevo trabajo. Aunque ve la luz este 2021, se trata de una obra pre-pandémica.

Celestial blues presenta diversos cambios en lo musical, si bien temáticamente continua su proceso de autoconocimiento. Ahora, la ira parece haberse desvanecido casi por completo, dejando paso a una actitud más curiosa y proactiva. Esfandiari se muestra proclive a jugar con los conceptos, llevando su proceso de crecimiento a niveles más abstractos y literarios. Orbitando alrededor de la biblia, gusta de diseccionar parte de la anatomía religiosa, al tiempo que subvierte parte de su iconografía, por ejemplo, al presentar el binomio Cristo-Lucifer como una dualidad y no un antagonismo.

Musicalmente la evolución parece inversa. Aunque líricamente se advierte una dirección que transita desde lo áspero y oscuro hasta lo más metafórico y autoconsciente, la instrumentación ha tornado en algo más pesado y metálico. Desde el un estilo que estaba más cerca al stoner doom, han ido virando hacia un doom en el que se advierte otra influencias. La inclusión de elementos provenientes del sludge, el goth, post metal e incluso el black metal y dark folk, amplía el horizonte sonoro de la banda, creando una identidad más ecléctica y auténtica.

Buena parte del álbum evoca el oscuro etéreo de Chelsea Wolfe o Darkher, así como nos imprime en la mente sonoridades cercanas a la colaboración Emma Ruth Rundle & Thou, cuando las guitarras hacen acto de presencia. Pero la tiniebla que envuelve a Celestial Blues tiene también un rostro pesado y denso. La voz de Esfandiari se retuerce desee lo volátil a lo sensual, de lo sedoso a lo áspero y de lo lánguido a lo rabioso en un abrir y cerrar de ojos.

Su enorme personalidad reclama el protagonismo en todo momento, pero sería injusto desmerecer el armazón que lo envuelve. Las guitarras rasgas en silencio como una gran losa de piedra arrastrada, entre el doom y el sludge más pastoso,  pero también suenan sutiles y delicadas en el momento adecuado. La percusión no sólo marca el tempo, sino que contribuye a la construcción de la atmósfera que rodea el álbum. Contenida, pero muy orgánica y enérgica.

Todos estos elementos conjuntados tienen algo elevado, místico, emanando una intensidad reforzada por el constante uso de la repetición. Ya sea una estrofa, una frase, un riff o un ritmo de batería, la reiteración induce una suerte de trance musical que permite envolverse completamente en su textura.

Escuchar King Woman es una tarea inmersiva, que requiere dejarse llevar por un caleidoscopio emocional, variado e intenso. Con sus alegorías bíblicas, su reflejo de vivencia y sus mensajes poderosos, su música es un tránsito hacia  territorios de intimidad desnuda, de emociones profundas y laberintos internos en los que es fácil reconocer fragmentos de uno mismo.

 

 

 

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