Loathe – I let it in and it took everything

Disonancia y melodía

Está convirtiéndose en tópico la idea de que la pandemia nos ha “robado” un año. Es evidente que la tragedia que ha arrastrado consigo ha afectado (y deteriorado) la calidad de vida de muchas personas. Desde la posición de oyente la situación es algo distinta ya que, sin tratar de frivolizar en este asunto, ha sido un buen año en cuanto a lanzamientos musicales. No obstante, inmerso en el día a día, he podido comprobar que en algunos aspectos sí se ha dado una sensación de salto temporal. He descubierto con cierta sorpresa algunos discos que habían pasado totalmente desapercibidos para mí, incluso de bandas cuyos trabajos anteriores me habían gustado tanto como para esperar impacientemente el lanzamiento de nuevo material.Quizá el caso más llamativo ha sido el de Loathe, que en 2017 editaron The Black Sun. Un debut que disfruté mucho y dejó un poso de curiosidad por saber qué camino musical tomaría la banda.

Lo cierto es que la fórmula no ha cambiado en lo esencial, aunque parece mostrar un rango más amplio de influencias. En este I let it in and it took everything conviven muchos géneros y subgéneros como el metalcore, shoegaze, mathcore o nu-metal. Todas estas vertientes se fusionan y combinan mostrando dos versiones completamente diferentes que conviven en cada canción. Por un lado el sonido de Loathe se ha caracterizado siempre por ser muy agresivo, con guitarras muy disonantes y atmósferas inquietantes al estilo de Code Orange. En el otro extremo desarrolla un estilo alternativo cercano al shoegaze que nos dibujará en la mente, no pocas veces, la delicada elegancia del White Pony de Deftones.

Ambos sonidos transicionan y se combinan de manera muy natural, mezclándose y alternándose en unas ocasiones, mientras que en otras se muestran totalmente separados. La fluidez compositiva a la hora de tratar estos elementos aparentemente opuestos, deja a las claras que las influencias de los miembros de la banda son muchas y variadas, surgiendo de manera espontánea en el proceso de creación. De otra manera, sería prácticamente imposible elaborar temas tan cambiantes sin caer en registros forzados y cambios artificiales.

Cabe destacar la voz de Kadeem France, que continúa su progresión imparable. Se mueve con soltura, tanto en el terreno del gutural como en el de la voz limpia, en el que destaca por su timbre melodioso y su técnica.

Tanto la instrumentación como la voz imprimen una fuerte carga emocional, que se muestra punzante o sedosa con asombrosa facilidad.  Siempre existirán las bandas adscritas a un género musical concreto, cómodas entre paredes estilísticas, pero también han llegado para quedarse aquellas que saltan muros y desdibujan líneas con plena consciencia. Los de Liverpool pertenecen a una nueva hornada de músicos que no entienden los géneros musicales como fronteras artísticas, sino como cauces vivos de los que recoger la justa dosis de inspiración.

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