Ashenspire – Hostile Architercture
Las ciudades somos nosotros
El neoliberalismo, bestia forjada a sangre y fuego, agita las banderas de la prosperidad y la libertad, pero sus corredores están llenos de “lo nuestro”. Una polvorienta colección de conceptos, espacios, derechos y esperanzas que echamos de menos sin saberlo, a través de un agujero interior que devora el recuerdo de otro futuro. “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo”, decía Mark Fisher.
Nos han robado las ciudades y nosotros, ranas hervidas, ni siquiera nos hemos percatado de ello. Observamos las estacas sobre los asientos, las gélidas paradas de autobús, las calles desnudas y los parques ahogados en cemento, desde la ventana de una moderna cafetería, hundidos en un sofá que nos engulle el alma.
Los espacios comunes de las urbes han sido siempre lugares de encuentro, ágoras populares donde la clase trabajadora se ha encontrado y relacionado de forma libre, pero desde una lógica capitalista la ciudad no pertenece a las personas, sino que es otra herramienta al servicio de la economía, dificultando y arrebatando aquellas actividades que no redundan en una perpetuación del sistema económico actual. Rebosantes de turistas y transeúntes, pero vacías de vida comunal, calles y parques son otro eslabón más de una estratificación social que mantiene el statu quo y transforma a los ciudadanos en meros consumidores.
Hostile Architecture es el nuevo álbum de Ashenspire. La formación escocesa pone el foco sobre este neobrutalismo, que está convirtiendo los espacios públicos en lugares amenazantes, fríos y muertos. La indignación y la repulsa, pero también una insurrecta perseverancia en la proyección de otro mundo posible, guía las pinceladas sonoras de un trabajo que transmite intensidad, elegancia y un punto teatral.
Lo primero que me viene a la mente es la semejanza con A Forest of Stars. Aunque existen numerosas divergencias, la voz desgarrada que utiliza una entonación que evoca una suerte de cabaret coscuro y a menudo fuerza una cadencia que se encuentra con la narración, recuerda mucho al estilo de los ingleses. Musicalmente nos encontramos un trabajo muy heterogéneo, ubicado en el avant-garde y con mucha versatilidad. Sus estructuras cambiantes y poco convencionales se desarrollan laberínticamente, pero siempre mostrando una gran naturalidad a pesar de su complejidad. En su madeja hay lugar para trémolos heredados del black metal, riffs de puro post metal, pasajes progresivos e incluso un cierto halo industrial. Sus recovecos y requiebros estilísticos son innumerables y entre sus sorpresas más impactantes encontramos la de un violín que nos transporta hacia atmósferas folk, un saxo que construye fragmentos de un jazz doliente y desesperado.
Cuando el ritmo decrece y la instrumentación metálica pasa a un segundo plano, los coros y cuerdas, junto con la emocionante entonación vocal, viajamos tangencialmente por territorios del musical. El mensaje parece llorado en lugar de cantado y la música no instrumentalizada, sino gemida. No obstante, el vaivén constante requiere una predisposición a la exploración sonora. Hostile Arquitecture demanda atención, sensibilidad y reflexión. Toda música puede ser consumida de manera somera pero, en el caso de Ashenspire, hacerlo de tal modo hurta gran parte de la experiencia. Debemos someter nuestro impulso por la gratificación procesada y abandonarnos a la mezcla de emociones que nos golpeará constantemente.
Nos invadirá la tristeza, la ira y el desconcierto, pero también el inconfundible regocijo que transmite el arte, incluso en sus formas más crudas. El cruento asfalto, las avenidas como arterias desprovistas de pulso y los grandes rascacielos sostenidos por el cemento y la malicia, incluso eso, puede ser combustible para la belleza.