Absent in Body – Plague God

...y el abismo nos devolvió la mirada.

La portada del nuevo disco de Absent in Body fue primero que atrajo mi atención. Un cráneo provisto de varios tentáculos que evoca obviamente a la figura de Chtulhu, iluminado sobre un fondo oscuro. El atractivo diseño se vio inmediatamente opacado al conocer quién está detrás del proyecto. Scott Kelly (Neurosis), Colin H. Van Eeckhout y Mathiu Vandekerckhove (Amenra) e Igor Cavalera (Sepultura) constituyen una formación realmente interesante.

Su fundación data de 2017 y rápidamente publicaron un EP, The Abyss Stares Back Vol.V, que pasó desapercibido para mí, de manera que me enfrentaba a Plague God sin saber lo que iba a encontrar. El lapso de cinco años entre ambas obras tiene que ver con la dificultad de compatibilizar proyectos y una pandemia mediante, pero también con el cuidado con el que se ha tratado el proceso compositivo y de grabación. A pesar de la gran distancia que separa a sus miembros, esperaron para poder grabar el álbum en directo, algo que sin duda contribuye a la fantástica atmósfera que lo envuelve.

Conceptualmente, se trata de un auténtico museo de los modernos horrores que sacuden nuestra existencia. Las nuevas plagas, el ecocidio planetario, la trágica polarización de la sociedad y el aislamiento de las personas de sí mismos y de sus congéneres. La tecnología empieza a encontrar sus límites físicos y su impresionante avance a lo largo de los últimos cien años, no se ha traducido en la consecución de sociedades más felices. Todos los ingredientes que conforman esta fórmula no podían sino confirmar una amalgama densa, tenebrosa e inquietante.

Cada uno de los miembros de la banda ha impregnado la composición con su propio estilo e influencias, pero adaptadas al nuevo concepto que querían representar, por lo que el resultado es compacto y sólido. Podemos encontrar referencias evidentes a sus proyectos, encontrando trazos de Neurosis, Amenra o Sepultura pero, lejos de ser un collage sonoro, todas estas influencias de han plasmado de manera intuitiva y natural.

Posee elementos que podríamos clasificar dentro del post metal, pero la textura del sonido, la atmósfera que lo envuelve y la forma de transmitirlo es mucho más lóbrega y catastrófica que, unido a su ritmo pausado, se coloca cerca del doom. “Rise from Ruins” nos ofrece dos minutos de un inicio muy ambiental, con una percusión que tiene algo de tribal y ritual, como un augurio funesto, que finalmente despunta en un denso y tenebroso post doom. La voz de Colin H. Van Eeckhout adquiere un tono muy distinto al de Amenra. El gran trabajo detrás de su evolución conduce a unos guturales mucho más graves, que parecen salidos de la pesadilla más abisal de nuestro subconsciente. Cuando “In Spirit In Spite” comienza, ya tenemos claro que nos enfrentamos a un coloso sonoro de proporciones apocalípticas.

Una de las razones por las que Plague God resulta tan insondable, reside en que se construye a base de contrastes. La ferocidad y el tono oscuro general confrontan con pasajes de post metal en los que voces claras, narraciones y plácidos punteos buscan una suerte de estado contemplativo dentro del halo infausto que rodea a la música. A su vez, la impresionante percusión de Cavalera y la sensación orgánica convive con una capa de textura mecánica que bebe de la tradición de la música industrial. Difuminados y maleados para ensamblarse a su propia identidad, podemos intuir ciertos aspectos del industrial apocalíptico de Ministry o el pesado engranaje que mueve el sonido de NIN. Fuera del metal, incluso la oscuridad de los míticos Front 242 y cierta herencia del ebm más ambiental, aparecen como una referencia lejana.

Esta dicotomía mecánico–orgánico, imbuye al álbum de una sensación de funesta hibridación que hipnotiza de manera inevitable. De alguna manera pareciera que el horror cósmico del universo Lovecraft tomara forma, engullendo una personificación del desquiciado engranaje postindustrial globalizado en el que se consumen las relaciones humanas, las perspectivas de futuro y el propio planeta.

Existen momentos para sentarnos a contemplar, podemos reflexionar e incluso hallar momentos de quietud y cierta belleza, pero al final todo es tiniebla, engranaje, hueso y electricidad. Plague God es una obra de intensidad inabarcable, con un semblante críptico, pero lo suficientemente apegado al presente para no resultar jeroglífico. Su laberíntica ferocidad es caótica y avanza pesadamente en una confusa penumbra, pero desprende el aroma inconfundible del desastre. El éxito a la hora de componer música es relativo y subjetivo pero, en el caso de Absent in Body, es sencillo advertir que bajo su formación conviven intención, talento, estética, mensaje y resultados.

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