Disagradablement – Disagradablement
Asqueroso manjar.
Madrid huele a cadáver. Aceptemos que parte del hediondo perfume ya habitaba entre las grietas del imperio, emergiendo de entre los restos de un pollo que siempre fue alimaña. Pero no me refiero al hedor de la moral caduca, ni a la podredumbre de los huesos anquilosados en fosas sépticas ideológicas. Esta degradación huele a fresco, a tumba abierta, a muerte entre las flores.
Disagradablement surge de las catacumbas madrileñas para resucitar un sonido no-muerto. Su primer EP, de título homónimo, ha abandonado el sepulcro temporal en el que yacen los restos de muchas bandas que, durante los años noventa, practicaron un death doom denso y oscuro.
“Beyond the sevent mountain range” comienza jugando al despiste. Una melodía inicial parece señalar a los Paradise Lost más melódicos y apesadumbrados, pero en seguida se nos muestra un sonido mucho más denso y pútrido. Más que los pupilos de Holmes, se asemejan al cadáver de los primeros November’s doom, tras pasar unos cuantos meses descomponiéndose bajo tierra. Esto no deja de ser un cumplido, claro está, porque en la esfera musical en la que el cuarteto madrileño se mueve, si no hueles a muerto, irónicamente, no tienes mucha vida por delante.
Con “Carnage eternal” asistimos a una versión aún más sepulcral, encontrando similaridades con nombres clásicos como Decomposed, o contemporáneos como Solothus. Comenzamos a experimentar virajes directos hacia un old school death que en “Black mist burial” tornará en un rodillo machacón, capaz de provocar un trance rítmico de que sólo saldremos al llegar a la fugaz y sintetizada “interlude”.
Como última ofrenda, una versión cavernosa de “Sacrificial”, sitúa el sonido de los míticos Death en un ambiente mucho más denso y lóbrego, como un pantano de lodo negro que no deja escapar ni una sola nota hacia el exterior.
La producción de Disagradablement es notable. La demostración empírica de que no es necesario un gran estudio de grabación, ni un sobrepulido que en muchas ocasiones lleva a un sonido demasiado artificial. En este caso nos encontramos con una sensación extremadamente orgánica, con el encanto clásico de las grandes bandas de principios de los noventa, pero de algún manera también moderno. Podría decirse que suena claro, pero no limpio. Casi se nota el rasgar de las cuerdas, el impacto de las baquetas y la vibración de las cuerdas vocales en su gutural esfuerzo.
Llegados al final de la experiencia, los algo menos de 19 minutos de duración total saben a poco. Individualmente, las pistas son relativamente breves, con sólo una de ellas superando los cinco minutos. Si pensamos en el medio tiempo predominante y las estructuras que, teniendo variedad de estilos y ritmos, es directa y no busca una complejidad excesiva, es una elección acertada que deja una sensación de necesitar escuchar más.
Teniendo en cuenta que se trata de un primer paso en la carrera del joven cuarteto, se advierte un horizonte con gran espacio para el crecimiento, la evolución y el desarrollo de una identidad que reclame su propio lugar en el fúnebre y putrefacto reino del death doom.