El faro

El moderno Proteo

El faro ha tardado cuatro años en ver la luz, sin embargo su aspecto y tono nos ha mantenido interesados en todo momento. Desde Ateneo Ocvlto nos embarcamos en la tediosa y abrupta tarea que supone separar la realidad de la ficción y quizá destapar los entresijos de un cuento moderno que nos obsesiona desde hace mucho. 

Robert Eggers se convirtió en un referente del cine de género gracias a su debut como director con La bruja, siendo diseñador de producción, está muy familiarizado con el aspecto visual y consigue transmitir una estética rica y extremadamente pulida.

Este proyecto comenzó con un planteamiento básico, no iba a ser más que una historia de fantasmas ambientada en un faro. Lo más probable es que esas primeras pinceladas esbozadas por el hermano del director estuviesen fuertemente influenciadas por las últimas páginas que dejó escritas Edgar Allan Poe. The lighthouse está planteado como un diario, describe los tres primeros días de enero en una isla en la que el narrador describe lo profundo y ominoso que es el faro donde tendrá que desempeñar una labor incierta. Su abrupto final deja todo a la imaginación. 

Historias reales de marineros y trabajadores fueron seleccionados del libro The mate of the daylight escrito por Sarah Orne Jewett. Cronista y entrevistadora de Maine, compiló información veraz de estos hombres dedicados a la mar.
Este trabajo de documentación sirvió para adaptar el tono de las conversaciones, los marcados acentos están perfectamente ubicados en el tiempo y el espacio.
La imaginería de supersticiones y seres mitológicos, ganó mucho peso en la historia suponiendo el abandono definitivo del concepto paranormal del texto.

Apoyados en los hombros de William Blake, Howard Phillips Lovecraft o Hans Christian Andersen y acudiendo a los mitos de Proteo y Prometeo, los hermanos Eggers terminaron de rotular los márgenes de este guión. 

Sólo entonces se pudo acotar la parte formal, era imprescindible contar con fuertes pilares para que sus imágenes estuviesen cargadas de simbolismo. Hypnose de Sascha Schneider y Two sailors de Albert Edelfelt parecen cobrar vida en la representación que la cinta hace de las pinturas originales.

Las decisiones técnicas son también un ejemplo de la dedicación que se ha volcado en esta producción. Jarin Blaschke terminó utilizando objetivos originales de 1905, también algunos diseñados en los años 30 y finalmente mediante filtros de color, procuró imitar el celuloide ortocromático, actualmente en desuso. Este tipo de película recoge la luz azul, verde y ultravioleta obviando el color rojo, lo que provoca que las imperfecciones de la piel sean más visibles y que la textura sea verosímil respecto a la ambientación.

Finalmente el formato utilizado fue 1:19:1, la verticalidad que aporta es extrema y muy alejada de los estándares del cine actual. Blaschke ya fue director de fotografía de La bruja, y recuperó planos para esta película de un corto rodado con Eggers basado en El corazón delator

Su trabajo fue reconocido con la única nominación al Oscar que recibió El faro.

Consideramos que la ambientación es lo más reseñable, los esfuerzos por dotar de verosimilitud al relato fueron enormes.

Vestuario, maquillaje y peluquería parecen no existir con todo lo que ello conlleva, su trabajo es minucioso y os aseguramos que los personajes huelen a salitre y queroseno más allá de la pantalla.

Nada parecía suficiente para Eggers, llevó el presupuesto hasta el límite acometiendo la construcción de todas las edificaciones en el Cabo Forchu de Nueva Escocia. La gran lente Fresnel tuvo que ser reproducida ante la imposibilidad de alquilar algo semejante y esto hizo que el faro de la película fuese funcional y más visible que el que se encuentra en el condado de Yarmouth. El pasillo de 18 metros que conectaba las dos edificaciones principales se convirtió en un recurso visual muy potente, pero como reconocen sólo fué consecuencia de las dificultades del terreno donde se construyó.

Lo escarpado del terreno y las inclemencias del tiempo dificultaron el trabajo del equipo durante el rodaje. El viento y el frío se convirtieron en tónica, humedeciendo los sets y provocando hacia el final un pútrido olor que resultaba muy molesto.

Los actores se vieron obligados a tomar costumbres complejas, la cojera de Dafoe se extendía más allá del final de sus escenas y Patinnson reconoció forzarse provocándose arcadas para las escenas en las que se muestra ebrio. No olvidemos que Willem Dafoe tiene sesenta y cuatro años y asistimos estupefactos a larguísimos planos sin pestañeos, monólogos en plano secuencia con la boca repleta de arena y carreras bajo la lluvia que harían palidecer a cualquier recién llegado.

La banda sonora está firmada por Mark Korven, compositor de cabecera del director, que realiza un trabajo exquisito. Dejando espacio al montaje de sonido y acompañándolo, crea una partitura ambiental y homogénea. Moderno pero muy influenciado por Bernard Herrmann, apuntilla cada secuencia con pequeños tonos que pronto asociamos con el entorno que nos muestran. Una delicia.

Por ultimo decir que nos espera nuevo contenido cada vez que volvemos a El faro, es inabarcable y a su vez simple como un cuento infantil.
En ocasiones la simpleza de lo expuesto oculta la grandilocuencia del planteamiento.

Este realizador utiliza la hipérbole conceptual y formal para dotar a sus cuentos de un fondo tan rico y abstracto que resulta abrumador. Sin embargo, nos traslada a la parte más física y tangible de estos nuevos mitos. 

Exagerada, pueril y deliberadamente grotesca en palabras de su creador , El faro siempre quedará como el primer viaje que hicimos con Ateneo Ocvlto.

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